lunes, 22 de agosto de 2011

Jornada Mundial de la Juventud: ¿Estamos locos o nos hemos vuelto manirrotos?

 




Precisamente la semana pasada nos pilló haciendo el Camino de Santiago junto con cientos de revoltosos adolescentes que hacían la peregrinación como preparación a la visita del Papa.  En particular llamaban la atención dos grupos grandes, uno de mexicanos y otro de americanos que llevaban con ellos varios autobuses que además de cargar con sus mochilas, les llevaban cuando se encontraban "cansados" y les esperaban cada cierto tiempo para avituallarlos. 
No, no tiene nada de malo hacer el Camino de Santiago con coches de apoyo y a cuerpo de rey, claro que no, cada uno se lo plantea como quiere o como puede.  Lo que no tiene sentido es que tras hacer el Camino a cuerpo de rey, al llegar a Madrid les espere un kit de bienvenida con tickets restaurante y todo tipo de comodidades y sorpresas salidas directamente de mi bolsillo, eso sí que no tiene sentido: si quieres y puedes venir a ver al Papa, cubres tus gastos, si no, te quedas en casa, punto. Esa es la filosofía que debió haber regido el circo que se ha montado en torno a un Papa que por lo demás más de una vez ha avergonzado a los católicos con sus comentarios y declaraciones.
No me cabe en la cabeza que el estado español gaste tantos y tan preciosos recursos en alojar y mantener a estas hordas de jovencitos, algunos de los cuales, a la vista está, tienen suficientes recursos para mantenerse por sí mismos y no logre, por otro lado, dar una respuesta contundente a la hambruna africana para la cual, la mitad de esos recursos bastaría y sobraría.
O es que a nadie le da asco ver los “campamentos” montados para que los jóvenes católicos duerman y los bocadillos de chorizo de su desayuno en contraposición con los maltrechísimos campamentos a los que cada día llegan 1.900 seres humanos, huyendo del hambre, madres con sus niños al borde la muerte mientras en España alimentamos y alojamos una legión de adolescentes que si tuvieran algo de caridad y de respeto por la dignidad del ser humano –de todos los seres humanos- se hubieran quedado en casa y hubieran impedido que este circo se lleve a cabo con los recursos de un país en grave crisis económica que puesto a ayudar habría hecho bien en enviar esas blancas y flamantes tiendas de campaña, esas miles de manos preparadoras de bocadillos y el dinero de esos millares de tickets restaurante al cuerno de África, para impedir que seres humanos verdaderamente inocentes y verdaderamente necesitados mueran de hambre cada día, todos los días.
Acabo de enterarme de que la atención en centros sanitarios es gratis para los peregrinos, enhorabuena! La sanidad pública está a punto de quebrar tal como está y ahora regalamos atención sanitaria a una manga de jovencitos que tenían que pensarse mejor lo de venir a España en agosto antes de meter la mano en los bolsillos de nuestra seguridad social con sus lipotimias y demás efectos de calor, porque  en Cuatro Vientos el sol pica! No te fastidia! En eso sí gastamos recursos, al continente africano, por darle, no le damos ni la hora!
No puedo entenderlo, por más esfuerzos que hago, no me cabe en la cabeza y no siento ninguna simpatía por ellos, por los irresponsables organizadores, por la irresponsable Iglesia, por el irresponsable estado español y por los miles de irresponsables que estas semanas campan a sus anchas en Madrid.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Hambruna en África…y obesidad en el primer mundo…!”•$%&/!


Aunque me sigue horrorizando la cantidad de comida que se tira a la basura cada día en los restaurantes y bares españoles –e imagino que europeos- recuerdo la primera vez que vi viajar del plato a la basura una ración de carne con tomate y patatas fritas de la que alguien había tomado dos o tres bocados solamente. Recuerdo esa experiencia tan vívidamente porque me impactó muchísimo: en mi casa nunca se ha tirado comida, nunca se ha permitido a un niño levantarse sin haber terminado lo que había en el plato y se ha enseñado, en fin, a valorar los alimentos como lo que son, nuestra fuente de vida.
No ha dejado de horrorizarme, no, pero a fuerza de verlo todos los días, compruebo con sorpresa y  tristeza  que ya no me quedo tan perpleja, tan asombrada y sin poder creérmelo, como esa primera vez.
No tengo tiempo para ir a casa a comer así que como todos los días en la calle  y todos los días compruebo con verdadero espanto la cantidad de comida que se deja en los platos y que va a parar al contenedor.  Las patatas fritas son un clásico, la gente come lo que hay alrededor, y deja una cama de patatas fritas en el plato sin pensar que si unen los trozos, formarían una, quizás dos patatas por persona, que multiplicadas por toda la gente que come cada día en la cafetería, sumaría quién sabe cuántos kilos de patatas diariamente tirados a la basura; si a estos varios kilos los multiplicamos por el número de restaurantes y bares que hay en Sevilla –Dios sabe que en Sevilla hay casi un bar por familia- nos daría como resultado una cantidad de patatas suficiente para alimentar por lo menos a una parte importante de la población africana en peligro de muerte por inanición.
Y eso que sólo hemos hablado de las patatas…no hemos dicho nada de los yogures, embutidos, frutas, verduras, pan, leche, etc. Etc. Etc. Que se tiran –incluso en mi casa- porque compramos más de lo que podemos comer y porque ante la abundancia en la que vivimos, no pensamos en lo absurdo de esta situación.
Comemos demasiado, eso está claro.  A unos se nos nota más que a otros pero es una realidad. No pensamos en el casi incipiente gasto calórico que necesitamos para estar sentados frente al ordenador ocho, quizás nueve horas diarias y comemos sin embargo como si fuéramos a correr una maratón todos los días.  Lo pienso cuando me sirven la comida al medio día: me tienen en frente, mido un metro con sesenta, peso sesenta kilos y me echan en el plato una montaña de patatas fritas (por supuesto!) bañadas de carne, pescado o lo que haga falta! Las raciones, tal  y como las sirven, no tienen talla humana, están casi diseñadas para que dejemos la cama de patatas fritas de la que hablé más arriba.
Creo que todos o muchos de nosotros nos levantamos de la mesa cuando no podemos comer más, cuando hemos despachado primero, segundo, bebida y postre y eso no puede ser, por salud y por decencia, debemos aprender y enseñar a nuestro niños la importancia de los alimentos y de la alimentación, la relación entre las calorías que necesitamos, según nuestro metabolismo y nuestra actividad y las calorías que consumimos, de otro modo, vamos a seguir avanzando en este camino sin retorno de la obesidad y las enfermedades asociadas a ella pero además vamos a seguir gastando ingentes cantidades de recursos, que podríamos dedicar a otros menesteres -por ejemplo, a paliar el hambre que azota el cuerno de África- para producir alimentos que finalmente van a ser nocivos para nuestro cuerpos o peor aún, que vamos a terminar desechando.
Está claro que la hambruna en África tiene poco que ver con nuestros hábitos alimenticios (¿no?) pero nuestra manera de desperdiciar recursos como si fueran eternamente renovables sí que resulta catastrófica tanto para África como para todos los países pobres. 
La crisis actual ha sido llamada “Buena Crisis” por unos cuantos y parece que en este sentido, en el de obligarnos a reconocer que los recursos no son ilimitados –ni muchísimo menos!- yo también considero que se trata de una “Buena crisis”.  Aunque no sea por los demás, sino por nosotros mismos, aprenderemos por la fuerza que los recursos con los que contamos son finitos y que debemos gestionarlos eficientemente.
Se trata de otra prueba del desequilibrio del mundo en que vivimos, unos tiramos comida y otros mueren de hambre. No me cabe en la cabeza, esta vez lo digo con más tristeza que indignación.

 P.S. Quiero dejar constancia de que Cecilia y sus compañeras y compañeros de la cafetería del trabajo, que me sirven la comida todos los días con una sonrisa, se han habituado ya a mis porciones pequeñas, me sirven lo que puedo comer y son personas y profesionales fantásticos; por supuesto que no tienen nada que ver con el sin sentido de las patatas fritas!!