sábado, 22 de noviembre de 2014

Es muy duro ser mamá



Y eso que estamos en Europa...no me puedo ni imaginar la situación en lugares menos "desarrollados".

Todos hemos sido bebés y la mayoría tenemos hijos pequeños, los tuvimos o los tendremos, sin embargo, parece que las madres y padres con bebés y niños preescolares somos una minoría, unos parientes pobres en los que nadie piensa.

Se supone que la natalidad en Europa ha caído de manera impresionante en los últimos años y que sigue cayendo, sin embargo y aunque los enterados digan que es importante, imprescindible, aumentar la natalidad, no nos lo ponen fácil a los padres.

Parece que todo el mundo ignora u olvida lo difícil que es salir a la calle con un niño pequeño, que los padres y las madres, valientes, que llevamos a nuestros bebés en el carrito, al supermercado, al parque, al centro o a donde sea, tenemos el triple de trabajo que los que no los llevan:  además de comprar o pasear, vamos retransmitiendo e interpretando el mundo para nuestros hijos y los vamos educando y enseñando no sólo el nombre o el color de las cosas sino también los rudimentos de la vida en sociedad, de ahí que sea tan duro pasear o comprar con un bebé llorando, gritando o portándose "mal" en el carrito o de la mano.

Sin embargo, lejos de aplaudirnos -una ovación de pie estaría bien para el padre o madre que salga a la calle con un bebé limpio y sonriente y regrese en idénticas condiciones a casa- nadie piensa en nosotros.  Si la mamá tiene que darle el pecho al niño y no siente cómoda haciéndolo en público, ¿dónde puede ir? ¿a la sala de lactancia del centro comercial? ¿cuántas salas de lactancia tienen los centros comerciales de nuestras ciudades?.  En Bremen, por ejemplo, Karstadt tiene una sala de lactancia monísima, a mi peque le encanta el oso gigante que hay sentado en el lavabo, pero, ¿a que no adivináis cuántas madres pueden dar el pecho en ella? ¿cinco?, ¿tres?, ¿dos?...no, una sola, de modo que hay que esperar una media de 15 minutos, con el bebé hambriento en brazos para darle el pecho, a toda prisa, porque hay otras personas, con bebés hambrientos y llorones -con razón- esperando.  Hay otra sala en la cuarta planta, es verdad, pero el tiempo de espera es el mismo.  ¿Y qué pasa si no estás en el centro comercial? ¿dónde vas a darle el pecho a tu niño?.  Yo me llevo un biberón y un calentador de biberones portátil porque me niego a hacer esperar a mi hijo y a darle de comer a toda prisa, pero sigo creyendo que no es justo, no sólo por las demás mamás sino también porque cuando hay que cambiar el pañal, se repite la historia, con el agravante de que no hay nada que te puedas llevar que te salve de esa.

¿Por qué nos muestran tan poco respeto? ¿Por qué nadie nos considera? ¿No hacemos suficiente con traer hijos al mundo en una sociedad tan deprimida y tan triste en la que la natalidad no para de caer? Parece que nuestro optimismo a prueba de balas, ese optimismo que ningún infeliz puede cambiar, también tendrá que salvarnos de ésta, aumentar nuestra creatividad y obligarnos a inventar una solución "portátil".

Dicen que la maternidad nos hace más inteligentes.  De eso no hay duda, tenemos que inventar tantas soluciones que ya podían darnos algún premio a la creatividad, o algunos, o uno cada día.

martes, 2 de septiembre de 2014

Manifiesto Delirista

La primera vez que escuché esta canción de Love of Lesbian me la puso Juanma, para correr, creo que fue la primera vez que corría tras el embarazo y me llenó de energía.

Nos fuimos de España porque le perdimos la fe al proyecto, recuerdo claramente que en las últimas elecciones dijimos: si gana el PP nos vamos!...y nos fuimos!

Pero claro, merece la pena este manifiesto delirista para rescatar a los rescatables y para los demás...buenas noticias: al infierno iréis!

Ya os imagino poniéndoles nombre a unos y otros.

Que disfrutéis!!

MANIFIESTO DELIRISTA

Voy a escribir en muros toda mi tristeza, 
Hasta que la lluvia borre parte de sus letras, 
Si nunca he sido un hámster y jamás será mi rueda, 
¿por qué entro en su juego una y otra vez? 

"Manifiesto delirista" leerás en tu pared, 
Son mis versos homenaje, 
Tú ya sabes para quién. 

Qué suerte que aún hay gente que lo hace fácil, 
Aquellos que consiguen que fluya bien, 
Y al resto de mezquinos ultra arrogantes 
Buenas noticias: al infierno iréis. 

Delirio amanecer, cuando ya piensas: 
"se acabó", te veo amanecer. 

Creo que tengo otra vez el mojo, 
Como el cabrón de Christian Grey, 
Una vez hice de ángel, 
Quizás sobreactué. 

Quiero bailar contigo entre demonios, 
Y rezarle a Dios después, 
Si me toca purgatorio, 
Ya me espabilaré. 

Qué suerte que aún hay gente que lo hace fácil 
Aquéllos que consiguen que fluya bien, 
Los que convierten todo en estimulante, 
Y entonces ves que hay más allá y vuelve a amanecer. 
Delirio amanecer cuando ya piensas que no hay más, 
He vuelto a amanecer. 

Viva toda identidad, el mono y estéreosexual. 
Que nadie es todo y nada a la vez, 
Empuja el horizonte a tus pies. 
Pensando el mundo en plan global, 
Salvaba a más de la mitad. 
Y al resto mi ignorancia, 
Que se abran los idiotas 
Y después, cierre el mar. 


Qué suerte que aún hay gente que lo hace fácil, 
Aquéllos que consiguen que fluya bien. 
Qué suerte que aún hay gente que lo hace fácil, 
Aquéllos que consiguen que fluya bien. 
Y al mundo retorcido y ultra arrogante, 
Buenas noticias: al infierno iréis. 

Aún manifiesto fe en mis semejantes, 
Los que dijeron NO a ver como ellos ven, 
Ya soy capaz de huir de mi propia cárcel. 
Y que corra el aire, 
No lo dudes, no lo dudes. 

Y volveré, a empujar a empujar, 
El horizonte. 
Y volveré, a empujar a empujar, 
El horizonte. 
Y volveré, a empujar a empujar, 
El horizonte.

viernes, 20 de junio de 2014

Los médicos...y la humanidad

La semana pasada fuimos con nuestro pequeño Leo al pediatra; buscamos uno que hablase inglés porque al ser la primera visita y al ser yo una maniática de la salud y del bienestar de mi peque, no queríamos que se nos pasase nada de nada.

Encontramos el mejor pediatra buscando en Internet y atendiendo a las opiniones de los internautas; resultado: encontramos a la mejor pediatra...yo diría que del mundo, pero puede que me esté dejando llevar por el entusiasmo generado por el hecho de haber encontrado un médico humano.

La primera vez que llevamos a Leo al pediatra en España volví llorando a casa; es verdad que acababa de parir y que las hormonas del post parto pueden haberme jugado una mala pasada, pero la sensación de haber dado un susto de muerte y de haber hecho pasar un muy mal rato a quien más quiero, no me abandonó hasta horas después.  Sin embargo, no sé por qué, pensé que las visitas al médico tienen que ser así.  No era verdad.

Lo que nos sorprendió al llegar a la clínica donde visita la nueva pediatra fue lo alegre y acogedor del sitio: todas las puertas eran de un amarillo brillante, había también mucho verde limón, muchos cuadros con animalitos, muchos juguetes, muchas salas de juegos...en fin...los pocos niños que esperaban a su pediatra a esa hora, jugaban alegres y despreocupados mientras yo me comía las uñas hasta el codo pensando en la última visita al pediatra de mi pequeño Leo.

Cuando llegó nuestro turno, nos pidieron que desnudásemos al bebé, yo obviamente pensé: aquí vamos, esta es la parte donde mi niño empieza a llorar y no se calma hasta una hora después de haber dejado la consulta...no podía estar más equivocada! la sala estaba a una temperatura ideal, en silencio y la camilla tenía un cocodrilo de peluche verde y rosa que llamó la atención de nuestro pequeño, y le hizo olvidar que le estábamos desnudando.

Al poco rato llegó la pediatra, nos saludó, nos dio la mano y se presentó, nos explicó lo que iba a hacer en esta visita y en la siguiente, respondió pacientemente a todas nuestras preguntas -tan pacientemente que yo empecé a hacerle más preguntas de la cuenta porque no me lo creía- y luego, ocurrió lo inesperado: se acercó a Leo, le saludó, le dijo que era su pediatra y tras pedirle permiso y explicarle lo que le iba a hacer, se calentó las manos, calentó el estetoscopio (ojo al detalle) y empezó a examinar a nuestro sanísimo, mofletudo y precioso bebé.  Todo esto de saludar y presentarse a lo mejor y digo a lo mejor porque nunca he visto que se haga, hubiera sido normal para otro médico si Leo tuviera 4 o 5 años, lo cierto es que tiene siete semanas de vida; aún así, estoy segura de que se enteró perfectamente de que le estaban tratando con respeto y cariño, con la humanidad con que deberían tratar todos los médicos a sus pacientes pero con la que lamentablemente hace tiempo que no nos encontrábamos.

Esta vez se nos pasó agradecerle el afecto y el respeto con el que trató a nuestro pequeño e incluso a nosotros, padres primerizos y asustados que jamás nos contentaremos con la respuesta fácil y que finalmente hemos encontrado alguien que entienda la inmensa importancia de cada una de las preguntas que un padre hace sobre la salud de su hijo y la magnitud del dolor y la angustia que sentimos ante su llanto o al ponerle en manos de un pediatra imperfecto.  La próxima lo haremos; le tocan las vacunas así que llorará sí o sí, pero al menos lo hará en manos de su hada madrina.