La foto es malísima, pero la atesoro...y mucho más ahora. Lo pasé mal para hacer esta foto dentro del Museo Egipcio del Cairo, pero mi madre lo pasó peor; a ambas se nos heló la sangre cuando vimos a los “guardianes” del museo viniendo hacia nosotras, con sus largos abrigos negros, sus turbantes y sus ametralladoras…ametralladoras para evitar que hiciéramos fotos dentro del museo…increíble pero cierto. Cuando nos vimos a salvo de aquel trance, tuvimos que sentarnos en una de las desvencijadas sillas de piel que hay fuera de las salas del museo; el asiento estaba abierto de arriba abajo y por el boquete asomaba la esponja sucísima sobre la que seguro se habrán sentado generaciones y generaciones de curiosos visitantes.
Es un museo como no hay otro en el mundo, con aire y personalidad de museo: las descripciones de los objetos están (¿estaban?) escritas a mano en papel rayado viejísimo y amarillento. Todas las salas son (¿eran?) impresionantes: las momias con las caras pintadas sobre tela, los carros de guerra, las estatuas, los tesoros fúnebres, los sarcófagos, la sala del rey Tutankamón con sus tres sarcófagos de piedra, madera y oro y la máscara, esa máscara delante de la que estuve 5 interminables minutos, maravillándome de la perfección y la belleza de sus líneas y de todos los detalles; una máscara mágica, parece como si la hubieran hecho ayer con las tecnologías más avanzadas porque no solo refleja una faz sino un estado de ánimo, una expresión calma, una sonrisa congelada…
Todo en el museo del Cairo es impresionante, desde el momento en que cruzas la puerta, no puedes creer lo que ven tus ojos….como no puedo creer que mis hijos no vayan a poder visitar el museo del Cairo…al menos no como yo lo conocí. Ese sí que es un patrimonio de la humanidad que merecía estar protegido, y ha sido saqueado tres veces.
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