La sangre humana es tan compleja que no se ha logrado sintetizar artificialmente por lo que sólo puede obtenerse de otros seres humanos que solidariamente la donan para quienes pudieran necesitarla.
Millones de enfermos y pacientes necesitan transfusiones de sangre para sobrevivir y dependen literalmente de ese bajísimo porcentaje de gente solidaria y concienciada que dona sangre cada 3 o 4 meses.
Donar sangre debería ser una obligación para las personas que cumplan los requisitos mínimos que se exige (ser mayor de 18 años, pesar al menos 50 kg. y estar en buen estado de salud) ya que de otro modo, la vida de todos depende de un pequeñísimo porcentaje de la población.
¿Es que acaso nadie se pregunta de dónde sale la sangre que se transfunde a un familiar o amigo cuando por mala suerte, enferma o tiene un accidente? Y por lo demás, ¿Tenemos que tener una experiencia traumática para concienciarnos de algo tan básico como la obligación de donar sangre?; yo creo que no, creo que basta con reflexionar sobre lo importantísimos que son esos 15 minutos, ese “pinchacito” y sobre el efecto que tienen sobre la vida de los enfermos y pacientes que dependen de nuestra sangre para sobrevivir.
No me cabe en la cabeza que haya tan pocos donantes, que las campañas de donación vengan hasta nuestras puertas y aún así no seamos capaces de responder y no me cabe en la cabeza que creamos que cuando nos ocurre una desgracia los hospitales deben “buscarse la vida” para transfundir sangre a nuestros seres queridos cuando nunca hemos hecho el más mínimo esfuerzo por asegurar las reservas de los bancos de sangre.
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